Época: Renacimiento Español
Inicio: Año 1564
Fin: Año 1600

Antecedente:
El arte en el reinado de Felipe II

(C) Miguel Angel Castillo



Comentario

Los ideales clasicistas formulados en El Escorial se proyectaron inmediatamente desde la corte hacia otros lugares de la Península a través de la obra de muchos de los artistas que habían trabajado en el monasterio. En el caso concreto de la arquitectura, la movilidad de los maestros canteros que habían participado en la obra de San Lorenzo, y la continuidad de los programas reales emprendidos con anterioridad en Madrid, Aranjuez y Toledo justifican ampliamente este fenómeno. Pero fue Juan de Herrera con sus intervenciones en los Sitios Reales, en Granada, Sevilla y Valladolid el artífice más destacado de este proceso que fue acompañado de una simplificación de las formas constructivas que enlazará con la arquitectura del reinado de Felipe III, recientemente estudiada por la profesora A. Cámara. Además de sus trabajos en la conclusión de las obras del Alcázar de Toledo y del Palacio Real de Granada, los edificios más importantes de Herrera, al margen de su intervención definitiva en El Escorial, fueron la Catedral de Valladolid y la Lonja de Sevilla. El rigor del lenguaje arquitectónico empleado por Herrera en la catedral castellana, clara aceptación del ideal clasicista formulado en El Escorial, se manifiesta de forma absoluta en las numerosas trazas conservadas del edificio y en el tratamiento concreto de los elementos constructivos que configuran, en conjunto, un estilo severo en consonancia con las disposiciones de las Constituciones Sinodales prescritas en el Concilio de Trento. Por otra parte, la profunda reflexión clasicista que se establece en torno a la construcción de este edificio no sólo está en relación, como ya ha señalado Chueca Goitia, con la aplicación rigurosa del sistema de proporciones del Renacimiento, sino que hizo posible que algunas de las soluciones adoptadas, como es el caso de la articulación y ordenación de la fachada principal, superaran algunas de las ensayadas previamente en el edificio de El Escorial, como la Fachada del Patio de los Reyes. De la misma manera, en la Casa de la Contratación de Sevilla, Herrera planteó una de las obras en donde mejor apreciamos ese proceso de depuración arquitectónica. Así, mientras el patio se resuelve mediante el sistema de superposición de arco y dintel, la fachada principal, rematada en sus ángulos por grandes pirámides fajadas a la rústica, se articula a base de pilastras y recuadros apenas resaltados del muro, abandonando el basamento rústico y el sistema de superposición de órdenes, dando muestra de esa tendencia a la planitud tan propia de la arquitectura del maestro, seguida más tarde por su discípulo Francisco de Mora. Este reduccionismo del lenguaje clásico tiene un campo de experimentación muy concreto en algunas obras prácticas diseñadas por Herrera como la Casa y estanque de la nieve en El Escorial y el Lavadero de Ocaña, que tienen en otras obras anteriores, como los aljibes de la fortaleza de Melilla, un claro precedente funcional.
Aunque estos edificios del estilo severo fueron la referencia de la mayor parte de la arquitectura posherreriana, no lograron transformar definitivamente el aspecto de nuestras ciudades que, como ya indicamos en su lugar, respondían esencialmente a una imagen todavía medieval. A excepción de las reformas emprendidas en Valladolid a partir del incendio de 1561 y de los proyectos de intervención programados para transformar Madrid en la capital del reino, parcialmente desarrollados a principios del siglo XVII, la planificación urbana quedó relegada a determinado tipo de acciones ya señaladas en la etapa anterior y a la construcción de los edificios de carácter oficial que demandaba la administración del Estado. No obstante, la reconstrucción del centro de Valladolid inauguró una nueva forma de actuar que se concretó en el urbanismo de los primeros años del siglo siguiente. El trazado rectilíneo de las calles, su carácter definidor de la trama urbana y de las mismas soluciones constructivas, el sistema de soportales inspirado en la tradición española y, sobre todo, la importancia que adquiere la plaza mayor como generadora de un espacio urbano jerarquizado, son sólo algunos de los postulados que definen esta nueva metodología que tanta importancia tuvo posteriormente tanto en España como en Hispanoamérica.

Es más, también podemos constatar la expansión del clasicismo en lugares apartados de la ciudad como en el sitio de Martín Muñoz de las Posadas o en las villas de Martos (Jaén) y Viso del Marqués (Ciudad Real), que constituyen una emulación en el medio rural de los ideales clasicistas de la arquitectura cortesana. El palacio de Viso del Marqués, mandado construir por don Alvaro de Bazán al italiano Giovanni Castello Bergamasco, por su depurada arquitectura y sus interesantes ciclos pictóricos, realizados por los hermanos Juan Bautista y Francisco Peroli, constituye el mejor ejemplo de palacio español del Renacimiento decorado de acuerdo a la moda del Manierismo italiano. Toda la arquitectura palaciega, de inspiración genovesa, se recubrió de pinturas al fresco donde los grutescos y las arquitecturas fingidas sirven de vehículo de unión a toda una serie de escenas cuyo fin último radica en la exaltación de las virtudes militares del Marqués de Santa Cruz y del linaje de su noble familia. Destacan entre todas ellas las vistas topográficas de las ciudades europeas situadas en las galerías, del patio, y la decoración ilusionista el Salón Principal y del Salón de Linajes, entre un variado repertorio de escenas históricas y mitológicas.

Un programa similar, aunque menos complicado, fue realizado por Rómulo Cincinato en el Palacio del Infantado de Guadalajara, reconstruido a finales de la década de los años setenta por don Iñigo López de Mendoza. El programa se basaba en la decoración de una sala con las representaciones de Cronos y los signos del Zodíaco, la Sala de las Batallas y la Sala de la Caza, esta última decorada con escenas cinegéticas extraídas de las leyendas de Apolo y Diana, inspiradas en las "Metamorfosis" de Ovidio. Completaba el conjunto una delicada decoración de grutescos a la manera italiana.

Este tipo de edificios nos pone en relación con una serie de planteamientos que informó la construcción de numerosas villas y palacios en los últimos años del siglo XVI, lamentablemente desaparecidos en su inmensa mayoría. Por este tiempo, la moda italiana comenzó a extenderse en aquellos sectores de la sociedad que podían permitirse el lujo de costearse la construcción de un edificio como lugar de descanso y recreo, a modo de emulación de las villae de la Antigüedad, teniendo como modelo las construcciones del monarca en los Reales Sitios. En la tradición clásica e italiana está el origen de la construcción de algunos de los numerosos cigarrales de Toledo, como el de Buenavista de don Bernardo Sandoval y Rojas, de las quintas madrileñas situadas en el sector occidental del Prado de San Jerónimo, y de las casas señoriales de las riberas del Guadalquivir, descritas por el humanista Juan de Mal Lara, de la misma manera que sirven de fundamento a algunos de los textos de la "Agricultura de jardines" (1592) de Gregorio de los Ríos.